Hoy, como de costumbre, me he levantado dormido, me he duchado, desayunado y no ha sido hasta que he estado sentado en el autobús leyendo en el periódico de ayer artículos sobre la crisis (¿qué si no?) cuando me he empezado a despertar. Y me ha despertado una idea que al principio me ha parecido absurda.
En muchas alegorías se suele asemejar nuestro cuerpo a una gran ciudad. Tenemos gentes de todos los tipos: gobernantes en el cerebro, policía circulando por la sangre y obreros especializados en mil y una tareas. Y es que somos unos seres vivos mucho más sociales de lo que jamás nos atreveremos a pensar. No sólo nos relacionamos con otros seres como nosotros, si no, como acabamos de ver, cada uno de nosotros es social en su naturaleza más intrínseca: 200 billones de células coordinadas para crear un "yo" (un "tú", para ser menos egocéntricos. Pero es que, además, cada una de nuestras células es la resultante evolutiva de la "sociedad" de tres o más tipos de bacterias ancestrales: centríolos, mitocondrias y núcleo, por lo menos.
La idea -no original, lo reconozco- que me ha desvelado esta mañana ha sido la siguiente: si nuestro cuerpo es como una sociedad, ¿por qué no considerar la sociedad como un cuerpo?
Cuando el sistema financiero llega a todas las células, asegurándoles el mínimo de recursos para su supervivenia digna (La tasa de suicidios en nuestra corpo-sociedad es más alta de lo que parece, y recibe un nombre casi infantil: apoptosis), no hay ningún problema. Todos hacen su trabajo por el bien del corpo-sociedad. En tiempos de carestía se vacían los depósitos del hígado y se intentan repartir entre todos. En tiempos aún más aciagos, la mayoría de célulhabitantes se quedan con alimentos más primarios, renunciando al manjar de la glucosa, porque sabe que es el único alimento permitido por las sibaritas neuronas.
De vez en cuando algún célulhabitante se quiere pasar de listo acaparando más de lo que puede permitirse. En muchos casos la policía se da cuenta y acaba con él.
En el peor de los escenarios los pérfidos célulhabitantes egoístas se saltan estas barreras y empiezan a acaparar todos los bienes que pueden, a costa, claro está, del resto de la corpo-sociedad. Esta claro que hablamos de los grandes ladrones, verdaderos tumores a los que hay que enfrentarse. Curiosamente estos tumores, a diferencia de los célulhabitantes, son extremadamente voraces y se van enriqueciendo a velocidades de vértigo, creciendo en tamaño (y en bolsa). Más crecen cuantos más acólitos y advenedizos deciden crecer a su sombra; a muchos de estos clanes se les unen policía (macrófagos) que hacen "receptores ciegos" a los posibles gritos de alarma. Si el tumor es lo bastante ambicioso es capaz de llegar a cambiar la estructura del flujo de bienes de su área de influencia: reordena los vasos sanguíneos para su uso o beneficio. Recalificar terrenos, modificar trazados ferroviarios, dictar leyes de inmunidad... ¡ah! ¡cuan bella variedad!
La estupidez de estos tumoladrones o corrptumores (y compañía) es que no ven que si ellos acaparan tanto, otros se quedan sin nada, y el organismo empieza a fallar. Y si muere la corposociedad no sólo mueren los célulhabitantes; también se desvanecen tumoladrones y corruptumores.
Y hasta aquí, lamentablemente, acaban las similitudes. Porque ahora toca hablar de los remedios. Si en medicina se intenta acabar con los tumores de muchas maneras: por ejemplo, armando anticuerpos (una especie de arma policial) especícamente contra ellos, o "cortándoles el grifo", alterando los vasos sanguíneos que se han construído para uso propio (que en nuestra alegoria equivaldría a procurarles una muy menor aportación de capital), en la realidad de nuestra sociedad, se les suministra muchos más bienes por estos canales. Y los corruptumores se ríen mientras la corposociedad se muere.
Para un artículo más serioso y comprensible que este, os recomiendo Entender la crisis actual de la Revista Eureka
30/10/08
Biología capitalista: Corruptumores y la crisis de la corposociedad
Publicado por Salva en 8:00
Etiquetas: Actualidad, Cáncer, Opinión
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