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6/7/08

Biotolkien II. Desarrollo. Pedohombres


Ya hace un par de semanas que estamos hablando del anfioxus y éstos nos volverán a ser de utilidad. Sobre estos animalillos y el origen de los cordados hay otra curiosidad “embrionaria”. Parece ser que el primer cordado surgió del establecimiento como adulto de la forma larvaria de los equinodermos (erizos, estrellas y zurullos de mar). ¿Y esto que tiene que ver con Tolkien?

Cuando una forma juvenil adquiere capacidad reproductiva (porque sus gónadas maduran “antes de tiempo”) se habla de una pedomorfosis (de paidos, niño en griego, de donde deriva la tristemente famos palabra pedófilo).

Este sorprendete hecho no es un caso aislado en la historia evolutiva de nuestro planeta. En la actualidad existen claros ejemplos de este “mecanismo” evolutivo, como el ajolote (ya comentado en este blog), un anfibio que ha visto perpetuada en su forma juvenil y que nunca acaba de “metamorfizarse” (tampoco lo necesita para tener descendencia).

Los humanos del mundo real somos un ejemplo de pedomorfosis del antepasado que compartimos con chimpancés y bonobos.

En el mundo de Tolkien los humanos sufrieron otro proceso de pedomorfosis que afectó sobretodo a su tamaño. Seguramente así surgieron los hobbits, pequeñas personillas parecidas a niños, curiosos, juguetones, despreocupados, gamberrillos, más preocupados en la diversión que en el sexo... pero con capacidad de reproducirse (excepto si tu apellido es Bolsón, ellos sabrán).

Lo contrario de la pedomorfosis es la peramorfosis. Y de ella hablaremos la siguiente semana.

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