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1/1/08

El arte de la simulación

Todos simulamos de vez en cuando. Simulamos que nos gusta la comida de nuestra suegra. Simulamos que nos gusta ese suéter horroroso que nos acaban de regalar. Simulamos que estamos de acuerdo con la estúpida decisión que acaba de tomar nuestro jefe. En fin, que nos gusta simular.

Según el diccionario de la Real Academia Española, simular es representar algo, fingiendo o imitando lo que no es. Los seres humanos somos maestros en ese campo. Sin embargo, este término adquiere un significado mucho más especializado cuando se aplica en el ámbito de las matemáticas y la estadística. Según la definición de R.E. Shannon, «la simulación es el proceso de diseñar un modelo de un sistema real y llevar a término experiencias con él, con la finalidad de comprender el comportamiento del sistema o evaluar nuevas estrategias para el funcionamiento del sistema». Resumiendo, consiste en utilizar computadoras con una elevada capacidad de cálculo para imitar de forma experimental como se comportaría un sistema complejo para comprender mejor su funcionamiento y, quizá, predecir como se comportaría bajo determinadas circunstancias. Podríamos simular el comportamiento de una epidemia, la respuesta del sistema inmunitario humano, el funcionamiento de sucursales bancarias y un largo etcétera. Las opciones son infinitas y su utilidad indiscutible. O no.

Bueno, no es que quiera poner en duda la utilidad de la simulación para el estudio de sistemas complejos, sin embargo, me resulta gracioso ver para que la han utilizado algunos investigadores. Digo esto por un estudio publicado hace algo más de un año en el Journal of Artificial Societies and Social Simulation en el que su autor utiliza estas técnicas para estudiar los entresijos de ese famoso concurso «musical» con el que las televisiones europeas nos deleitan cada año. Sí, sí, estoy hablando de Eurovisión. Según este estudio, existen bloques geográficos que se votan entre sí. Además, estos bloques no son estáticos sino que evolucionan a lo largo del tiempo, seguramente, propiciados por cuestiones políticas o migratorias. Parece ser que existen dos grandes bloques, el Imperio Vikingo formado por los países escandinavos, los países bálticos e Irlanda, y el bloque denominado «Pacto de Varsovia» que comprende Rusia, Rumania y la antigua Yugoslavia. Y es más, aquellos países situados en regiones centrales tienen mayor probabilidad de ser futuros ganadores del concurso.

Finlandia que pertenece al bloque denominado Imperio Vikingo ganó el certamen en 2006
(De Flickr)

Evidentemente, el estudio es muy serio y se analizan en detalle las relaciones entre países a lo largo de la historia de Eurovisión. Una de las conclusiones más interesantes es que la formación de esos bloques ha tenido una enorme influencia en el resultado del concurso en varias ocasiones. Es decir, que independientemente de la calidad de las canciones, ese fenómeno de colusión (pacto ilícito en daño de tercero) a la hora de votar es el que determina el resultado final del concurso.

El hecho de que España quede fuera de los dos bloques principales (Andorra parece ser nuestro único aliado), nos coloca en muy mala posición para ganar el certamen. ¿Será por eso que cada año se esfuercen menos en buscar una buena canción que nos represente?

Se me ocurre otra pregunta, ¿era necesario un estudio tan serio para demostrar que las votaciones están más influenciadas por la nacionalidad que representa una canción que por su calidad? En España ya lo sabíamos gracias a los acertados comentarios de José Luis Uribarri que siempre hacía muy buenas predicciones sobre las votaciones de cada país. ¿Los comentarios de Uribarri se basaban únicamente en la observación y en su experiencia, o utilizaba estudios como este para hacer sus predicciones? Cuántas preguntas sin respuesta… (léase irónicamente).

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