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13/2/08

Lo que nuestra mirada esconde

En general, se admite que todas nuestras células y nuestros tejidos sufren una continua remodelación. Sin embargo, como en todas partes siempre hay excepciones. Hay un tejido que sabemos desde hace tiempo que no se renueva: el esmalte dental. De ahí que con el paso del tiempo se desgaste y si no eres muy cuidadoso con tu higiene bucal acabes teniendo una sonrisa amarillenta y más bien poco atractiva.

Pero no es de dientes ni de atractivo de lo que os quería hablar, sino de ojos. Y más en concreto del cristalino. Y, ¿por qué? Porque según un estudio publicado recientemente, el cristalino es otra excepción a la afirmación con la que empezaba mi entrada.

El cristalino es una estructura que tenemos dentro del ojo justo detrás del iris. Es una lente y tiene como función permitirnos enfocar los objetos que se encuentran a diferentes distancias, un fenómeno que se denomina acomodación. Una característica muy importante de esta estructura es que se forma casi en su totalidad durante la etapa embrionaria y el primer año de nuestra vida. Además, es una estructura que no tiene irrigación sanguínea y es estanca gracias a una membrana que la encapsula. Por ese motivo, es imposible que le lleguen nutrientes ni metabolitos que la puedan renovar y, por tanto, las moléculas que la forman se mantienen prácticamente invariables desde que nacemos hasta que morimos. Al menos en lo que a la composición se refiere, la estructura ya es otro cantar.

En el artículo que antes os mencionaba, los autores aprovechan esa característica del cristalino para calcular la edad de un individuo gracias a un método que se basa en el carbono 14. Ya estoy imaginando algunas caras de incredulidad: ¿la datación por radiocarbono no se utiliza para establecer la edad geológica de las rocas o de restos muy antiguos?, ¿cómo vamos a inferir la edad de un individuo con un material radiactivo con un periodo de semidesintegración es de 5730 años? Se puede porque la estrategia que utilizan los autores nada tiene que ver con el método clásico de datación por radiocarbono.

Los autores se han basado en las variaciones de carbono 14 atmosférico que se produjeron a raíz de las pruebas con bombas nucleares realizadas indiscriminadamente durante los años 50. Esas pruebas provocaron un incremento drástico en las concentraciones atmosféricas de carbono 14. Gracias al Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares que se firmó en el año 1968, la concentración de este elemento empezó a disminuir progresivamente gracias, sobretodo, a su difusión hacia los océanos.

Durante los años 50 se realizaron un gran número de pruebas nucleares (De Flickr)


El carbono 14 presente en la atmósfera reacciona con el oxígeno para formar dióxido de carbono. Ese dióxido de carbono se incorpora a las plantas gracias a la fotosíntesis. Posteriormente, los animales se comen esas plantas e incorporan el carbono 14 en sus tejidos. Los seres humanos nos comemos los animales o directamente las plantas y, de esa manera, acabamos incorporando el carbono 14 de la atmósfera en nuestras moléculas orgánicas (llegado a este punto debo recordar que el carbono es el elemento fundamental de todas las biomoléculas). Como la concentración de carbono 14 de nuestros tejidos es indicativa de la concentración de ese elemento en la atmósfera en el momento de su formación y crecimiento, si conocemos las variaciones atmosféricas de ese elemento a lo largo de los años podremos inferir el momento de formación de ese tejido concreto.

Los autores han integrado toda esta información en un modelo matemático que les permite calcular la edad del individuo en función de la proporción de carbono 14 presente en el cristalino. Cabe decir que este sistema no funciona para las personas nacidas antes de los años 50 porque hasta ese momento la concentración atmosférica de carbono 14 se había mantenido constante.

Una vez dicho todo esto, uno se pregunta, ¿no habrá maneras más fáciles de averiguar la edad de un individuo? ¿Qué tal si se lo preguntas directamente a la persona en cuestión? Evidentemente, esta técnica solo tiene valor forense porque tampoco tendría mucha gracia que tuvieran que extirparte el cristalino para determinar tu edad.

De todos modos, me parece muy curioso que a alguien se le haya ocurrido un método científico que combina características anatómicas y fisiológicas muy concretas de un tejido con variaciones atmosféricas desencadenadas por acontecimientos históricos. Interesante.

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