Esta semana me ha llamado la atención un artículo publicado en Nature que anunciaba la presencia de metano en la atmósfera de un planeta extrasolar. Para una profana en el tema como yo, nunca deja de sorprender lo que los astrofísicos son capaces de hacer. ¿Cómo pueden determinar la composición de la atmósfera de un planeta que ni siquiera pueden ver directamente ya que se encuentra a 63 años luz de la Tierra?
El artículo en cuestión describe que gracias al telescopio espacial Hubble se ha podido detectar metano en la atmósfera de un planeta gigante conocido como HD189733b que gira alrededor de una estrella (HD189733) situada a 63 años luz de la Tierra. Hasta el momento se han descubierto más de 270 planetas fuera del Sistema Solar, pero las características de la mayoría de ellos son aún desconocidas. El descubrimiento en esta estrella se ha hecho posible gracias a que HD189733b es un planeta en tránsito, es decir que en algún momento de su órbita éste se coloca entre su estrella y la Tierra, de manera que su observación es bastante más sencilla. De una manera extremadamente simplista, ya que hay detalles que yo no alcanzo a comprender, os diré que los astrofísicos son capaces, observando la luz proviniente de un planeta, detectar los elementos que lo constituyen o incluso conocer la temperatura a la que se encuentra. Cuando un planeta se coloca entre su estrella y nosotros provoca un mini-eclipse sólo detectable con un potente telescopio. En ese momento de eclipse, la presencia del planeta provoca unas pequeñísimas alteraciones en las emisiones de luz de su estrella que permiten a los científicos inferir detalles de su composición.
Ésta es la primera vez que se consigue detectar metano en un planeta extrasolar pero la importancia de este descubrimiento no radica en el descubrimiento de la presencia de metano en la atmósfera de este planeta, sinó en el hecho en sí de poder medir esta molécula en la atmósfera de un planeta tan lejano. Hay que tener en cuenta que el metano es una molécula primaria de carbono y que la vida, al menos la que conocemos en la Tierra, se basa en la química de este compuesto. De hecho, el metano está presente en la atmósfera de la mayoría de los planetas de nuestro sistema solar (en la Tierra, Marte, Júpiter, Urano, Neptuno y en Saturno y también en su luna Titán).
Pero, ¿cuál es el interés de estudiar la atmósfera de estos planetas tan lejanos?, os preguntareis. Entre otras cosas, los investigadores buscan lo que se conocen como biomarcadores, compuestos que no puedan haberse originado a partir de los elementos inertes, de manera que indican que en el planeta existe alguna forma de vida que los está generando. Pero si estais pensando en la posibilidad de que tengamos vecinitos verdes, tranquilos, podeis dejar de dar saltitos en vuestra silla, delante del ordenador, porque esto no parece probable en ninguno de los planetas que se han descubierto hasta el momento, ya que se encuentran demasiado cercanos a su estrella y, por lo tanto, las temperaturas en su superfície son demasiado altas como para poder albergar vida. Pero ahora que somos capaces de medirlo, esto nos permite mantener la esperanza de encontrar metano u otros compuestos orgánicos reflejo de la presencia de vida en algún otro planeta más parecido a la Tierra.
Quizá en una entrada futura podamos hablar de las vacas espaciales.
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