Siempre he envidiado esa gente que es capaz, ante las más adversas situaciones, de mantener la calma, la cabeza fria y de no caer en una espiral de autocompasión. ¿Podré yo algún día tener esa fuerza de carácter? Todo apunta a que probablemente no, porque los estudios científicos dicen que la respuesta emocional de un individuo a una situación de estrés, ya sea aguda o más prolongada viene determinada por la interacción de elementos tanto genéticos como ambientales. De manera que puedo hacer todos los esfuerzos que hagan falta, pero si mis genes determinan que tengo tendencia a ser emocionalmente débil me temo que no tengo nada que hacer.
Los expertos clasifican a los individuos en dos grupos en función del tipo de respuesta que muestran frente a hechos estresantes. La gran mayoría, considerados resistentes al estrés, presentan optimismo y flexibilidad cognitiva (esto es la habilidad de relacionar pensamientos e ideas que mejora la capacidad de enfrentarse a los conflictos), lo que les permite superar estas situaciones. Pero algunos pocos desarrollan conductas psicopatológicas como consecuencia del estrés, como pueden ser el síndrome de estrés postraumático o la depresión.
En Estados Unidos, un grupo de biólogos, genetistas y psiquiatras han trabajado conjuntamente para realizar un estudio en profundidad sobre las bases moleculares que hay detrás de las variaciones que existen en las respuestas al estrés. Para ello, utilizan un modelo de estrés en ratones: fuerzan a un ratón a entrar en el espacio territorial de otro ratón mucho más grande y más agresivo, lo que lleva a nuestro primer ratón a la subordinación y a la reducción de sus interacciones sociales (los que hemos pasado por el instituto entendemos perfectamente este modelo). En función del grado de reclusión social que muestran estos ratones los clasifican como susceptibles o resistentes a la llamada derrota social.
Una vez clasificados, han analizado diversos parámetros biológicos y han observado que los ratones susceptibles muestran signos de depresión, mientras que los resistentes sólo muestran diversos grados de ansiedad. Esta predisposición a la depresión parece ser debida a un aumento en los niveles de BDNF, una molécula señalizadora de una región muy concreta del cerebro. Esta adaptación también se ha detectado en modelos en ratón de síndrome de abstinencia de la cocaína y en muestras de pacientes humanos de depresión.
Estos resultados abren las puertas a estudios futuros orientados hacia el desarrollo de agentes terapeúticos para promover la resistencia en humanos en el contexto de estrés severos. Estos estudios estarían centrados en reducir la liberación de BDNF o bien en bloquear su señalización en esta región del cerebro.
Considerando que la depresión es uno de los trastornos psicológicos con mayor presencia en esta nuestra tan avanzada sociedad, cualquier avance hacia el desarrollo de tratamientos más específicos y efectivos implica una gran mejora en nuestra calidad de vida.
3/11/07
Estoicos, ¿nacen o se hacen?
Publicado por Cris en 21:15
Etiquetas: Actualidad, Biología molecular, Neurobiología
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