Uno de los caracteres más obvios que diferencia a las personas es el color de la piel, junto con el de los ojos y el pelo. Es evidente que nuestra piel puede ir desde la palidez característica del norte de Europa hasta al negro del África Sub-Sahariana pasando por un amplio abanico de tonalidades. Desgraciadamente, esta gama cromática ha servido en ocasiones por discriminar quienes no son como nosotros clasificándonos en razas, un concepto que, como veremos en algún post futuro, es erróneo aplicar a los seres humanos (por el momento, os dejo con un libro: El color bajo la piel, de C. Lalueza).
El color de la piel depende de la cantidad de melanina que sintetizamos. La melanina es un pigmento producido por unas células especiales, los melanocitos, que se encuentran en las capas profundas de la piel, y al contrario del que nos pueda parecer todas las personas tenemos más o menos el mismo número de ellos. Lo que nos hace ser cromáticamente tan diferentes, pues, no es el número de melanocitos sino su actividad y el tipo de melanina que producen: más feomelanina, que tiene un color cobrizo, o más eumelanina, de color marrón oscuro. Aun cuando todavía no hemos podido descifrar completamente las bases genéticas del color de la piel cada vez tenemos más información, y actualmente creemos que tanto la actividad como el tipo de melanina que fabrican los melanocitos está regulada por unos seis genes. Uno de ellos es el mc1r, que en algunos casos presenta variaciones que hacen que pierda parcial o totalmente su función. Cuando esto pasa se altera el equilibre entre la síntesis de eumelanina y de feomelanina y el resultado final es un individuo pelirrojo, con su característico cabello rojizo y la piel pálida.
Uno de los últimos trabajos publicados relacionados con el gen mc1r fue aceptado la semana pasada en Science. La gracia de este artículo, en el que han colaborado universidades catalanas, italianas y alemanas, es que no ha sido hecho sobre humanos modernos sino que se ha trabajado con los restos de uno de los nuestras primos más próximos, los Neandertales. El Homo Nearthendalensis apareció en Eurasia hace unos 400.000 años y vivió hasta hace 28.000 años, lo que significa que convivió con nuestra especie, el Homo Sapiens. Los Neandertales tenían aproximadamente nuestra altura y su cuerpo era más robusto, pero los principales rasgos que los diferenciaban de nosotros se encontraban a su cráneo que, entre otras cosas, tenía una capacidad de entre 1200-1750 centímetros cúbicos, mayor que el nuestro.
En este estudio se ha conseguido secuenciar una fragmento de 128 pares de bases (es decir, de 128 “letras”) del gen mc1r en dos individuos, uno del yacimiento de Monti Lessini, en Italia, y otro de El Sidrón, en España, y han encontrado que en la posición 919 del gen (la posición se cuenta a partir del principio del gen humano) hay un cambio de una A por una G. Cuando se trabaja con ADN antiguo, como es el de los Neandertales, los investigadores deben estar muy seguros que los resultados que obtienen no se deben a la contaminación de la muestra o a un error experimental, y por este motivo los autores de este trabajo obtuvieron las secuencias neandertales de manera independiente en
Este, pero, no ha sido el único trabajo hecho sobre el gen mc1r en ADN antiguo.
¿Sabremos algún día de qué color era la piel de los dinosaurios, por ejemplo? Ahora parece imposible, pero ¿quién hubiera podido pensar hace 10 años que en 2007 afirmaríamos que había mamuts y hombres de Neandertal con el pelo cobrizo?
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